¿Qué tan fuerte eres ante la adversidad?
diciembre 13, 2024Pacto eterno
diciembre 16, 2024«Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.» (Lucas 12:34)
Desde niños, aprendemos a depender de personas, conocimientos y riquezas. Al principio, somos totalmente dependientes de las primeras personas que conocemos: nuestros padres y familiares. Esos, a su vez, nos enseñan con la mejor de las intenciones, a estudiar y a tener buenas notas en la escuela para garantizar un futuro estable. Y una de las cosas que también aprendemos a lo largo de la infancia y de la juventud es que el dinero es bueno, y cuanto más tengamos, mejor.
El único problema es que todo eso se puede tornar en una gran trampa para nosotros mismos.
Si nos apegamos a las personas que amamos, ¿Qué será de nosotros si ellas no decepcionan, nos dejan o mueren? Si dependemos solamente de los conocimientos que los estudios y la ciencia nos ofrecen, ¿Qué haremos cuando ellos no atiendan a nuestras necesidades? ¿Si un médico dice que tenemos una enfermedad terminal y que vamos a morir, o un excelente abogado nos dice que nuestra causa está perdida? Y si hiciéramos del dinero nuestra seguridad, ¿Qué haremos si él se acaba o si no fuera suficiente para resolver nuestros problemas?
Por eso Jesús nos alertó: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan» (Mateo 6:19) Nuestro corazón estará apegado a lo que más le demos valor. Y si lo que valorizamos se acaba o no corresponde a nuestras expectativas, con eso se irá nuestra vida. ¿La solución? Él nos enseña: «Vended vuestras posesiones y dad limosnas; haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye.» (Lucas 12:33)
Ame a las personas, adquiera conocimiento y prospere lo más que usted pueda, pero jamás haga de esas cosas su tesoro. Cuando Dios sea su riqueza, usted nunca más será pobre.