¿Remordimiento o arrepentimiento?
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Es difícil imaginar como las personas dejaban sus casas, sus negocios, sus amigos, sus familiares, sus miedos, sus dudas y sus planes personales al sonido de apenas una palabra proveniente de la boca de Jesús: «Sígueme».
¿Qué es lo que Él tenía que, cuando las personas oían esa Palabra y miraban para Él, veían algo mucho mayor, más importante y más valioso que todo lo que ellas conocían y tenían hasta entonces? ¿Cómo ellas, de repente, sin informaciones adicionales y sin mucha consideración, dejaban todo y lo seguían?
Claro, ni todos aceptaban la invitación, algunos confiaban más en lo que ya tenían y conocían. Dudaban de las Palabras de Él. Su incredulidad era mayor que su fe.
Lo que ellos no entendían era que, si Jesús fuese a dar explicaciones detalladas sobre lo que acontecería, si ellas dejasen todo para seguirLo, ellas no necesitarían de fe. Si Él explicara y dijera: «Sígueme porque así tendrás dirección para tu vida. Conmigo siempre estarás seguro, pues Yo soy El Hijo de Dios. Nunca dejaré que te falte nada. Tú serás infinitamente feliz y mejor de lo que eres hoy…» Ahí por lo menos ya comenzaría a parecer un buen negocio. No necesitaría de fe, apenas inteligencia.
La inteligencia es necesaria, pero no lo es todo. La fe trasciende a la inteligencia. Es por eso que esas dos, cuando se alían, tornan a la persona invencible. Nunca desprecie una en favor de la otra. Use ambas igualmente.
Quien tiene inteligencia y fe no se niega a seguir a Jesús, pues en Él está la dirección para la vida y la seguridad para el mañana. Quien Lo sigue no falla.
Para aplicar: Siempre, use su fe aliada a su inteligencia. Como hace con sus dos piernas, de un paso con una y otro con la otra. No ande por ahí con una sola pierna.