
Nadie une como la cruz
abril 15, 2025Vivimos en una cultura que aplaude el hacer, el producir, el no parar. Se nos enseña que si estamos ocupados, entonces vamos bien. Que si trabajamos sin descanso, somos valiosos. Pero… ¿Qué pasa cuando detrás de esa productividad hay algo más profundo?
Hay personas que no pueden parar. Que se sienten culpables si descansan. Que llenan su agenda de actividades no porque estén en paz, sino porque están huyendo de lo que sienten. Esa no es productividad sana. Esa es ansiedad disfrazada.
¿Cómo identificarla?
- Sientes que si no haces algo, estás perdiendo el tiempo o fracasando.
- Te cuesta disfrutar el descanso o incluso dormir sin pensar en tareas pendientes.
- La idea de “no ser útil” te provoca angustia o culpa.
- Aunque haces mucho… no tienes paz.
La ansiedad disfrazada de productividad te hace creer que si paras, todo se desmorona. Pero lo que realmente se desmorona es tu interior si nunca te permites sanar.
¿Qué dice la fe sobre esto?
La fe no exige rendimiento. Ofrece descanso.
Dios no te ama por lo que produces, sino por quien eres. Jesús dijo:
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.”
(Mateo 11:28)
Ese descanso no se encuentra tachando tareas de una lista interminable. Se encuentra en Él. En dejar de correr por aprobación. En pausar. En rendirse. En confiar.
¿Y ahora qué?
Hoy puedes hacer algo diferente.
No se trata de dejar todo, sino de poner todo en el lugar correcto.
Empieza reconociendo si esa productividad viene de Dios… o del miedo a fracasar.
Haz una pausa. Respira. Ora.
Dios no necesita que hagas más. Quiere que estés bien.